Con muchas ganas de volver a pasear por sus calles, sentarme en el Foro y ver la gente pasar, perderme por Trastevere, subir a la cúpula de San Pietro, sentarme en el borde de la Fontana y lanzar una moneda para volver y por qué no hacerme una foto en la boca de la verdad...
Si es domingo alquilar una bicicleta y qué sea un días de locos (la fama de los romanos conduciendo se la han ganado a pulso).
Parar en la Plaza de España, sentarse en la escalera con un trozo de pizza de patata y un suppli, toda la comida tiene el sabor peculiar que la hace única y genuina.
Sentirme especial, impregnarme de cada calle y de cada rincón de la ciudad eterna y acabar el día reventada en el avión de vuelta a casa pensando en la siguiente vez en la que voy a volver a Rome.
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